He aquí un hombre que debe ser operado dentro de dos semanas. Tiene una preocupación constante, que le hace pensar en ese momento prácticamente todo el tiempo. No piensa en ello de una manera práctica, pues ya ha resuelto todo lo que debía resolver: lo que podría pasar en caso de que falleciera, ya ha cerrado todo lo que tenía que cerrar. Pero piensa en la operación, de una manera fútil. Eso le impide disfrutar del momento presente, pues su mente siempre está en ese momento futuro y no puede despegarse.
Cuando hablamos de operación podríamos hablar del pago de una deuda, o de la preocupación sobre el futuro del planeta. O más allá, puede que la preocupación no vienese de un suceso futuro, sino del algún hecho del pasado. En definitiva, parece que este hombre, o más bien el ser humano, no es capaz de «vivir tranquilo» a no ser que tenga un pasado un limpio y un futuro brillante. Y aún así siempre habría una razón para preocuparse.
Imaginemos que tengo una comida que llevo esperando desde hace tiempo. Una comida la próxima semana; estoy tan centrado en ella que no soy capaz de prestar atención a la comida que estoy comiendo en este momento. Pero esto va más allá, porque cuando llegue la comida de la próxima semana, probablemente ya estaré pensando en otra cosa que me sacará del momento presente… en ese momento.
Entonces, si nuestra mente siempre está en un pasado que ya no se puede cambiar y en un futuro incierto, hay que hacerse la pregunta de en qué mundo estamos viviendo. Siempre adelante o siempre atrás, desatendiendo el momento presente.
- Este texto lo he ‘reescrito de memoria’ del libro «La sabiduría de la inseguridad», de Alan Watts.