En la última etapa de mi viaje al sur de la India hice una meditación Vipasana de 10 días. Al final de cada día, Goenka daba un discurso de 1 hora donde explicaba el por qué de la meditación y nos contaba algunas historias.
The Giving Tree (El árbol generoso) fue una de esas historias y quiero compartirla con vosotros. Esta historia habla del amor incondicional, de amar por amar sin pedir nada a cambio: como unos padres aman a sus hijos. Este es el amor de las personas iluminadas.
Este vídeo en inglés es muy bueno: la voz, la música, por eso os lo recomiendo directamente (texto en castellano más abajo):
El árbol generoso
Había una vez un árbol que amaba a un pequeño niño.
Y todos los días el niño venía y recogía sus hojas para hacerse con ellas una corona y jugar al rey del bosque.
Subía por su tronco y se mecía en sus ramas, comía manzanas, ambos jugaban al escondite.
Y cuando estaba cansado, dormía bajo su sombra.
El niño amaba al árbol mucho
Y el árbol era feliz.
Pero el tiempo pasó y el niño creció y el árbol se quedaba a menudo solo.
Pero un día, el árbol vio venir a su niño y le dijo:«Ven, Niño súbete a mi tronco y mécete en mis ramas y come mis manzanas y juega bajo mi sombra y sé feliz.»
«Ya soy muy grande para trepar y jugar, » dijo el niño.
«Yo quiero comprar cosas y divertirme, necesito dinero. ¿Podrías dármelos?»
«Lo siento,» dijo el árbol, «pero yo no tengo dinero. Sólo tengo hojas y manzanas. Coge mis manzanas y véndelas en la ciudad así tendrás dinero y serás feliz.»
Y, así, él se subió al árbol, recogió las manzanas y se las llevó y el árbol se sintió feliz.
Pero pasó mucho tiempo y su niño no volvía y el árbol estaba triste.
Y entonces, un día regresó y el árbol se agitó alegremente y le dijo, «Ven, Niño, súbete a mi tronco, mécete en mis ramas y sé feliz.»
«Estoy muy ocupado para trepare árboles» dijo él. «Necesito una casa que me sirva de abrigo.»
«Quiero una esposa y unos niños, y por eso quiero una casa. ¿Puedes tú dármela?»
«Yo no tengo casa», dijo el árbol.
«El bosque es mi hogar, pero tú puedes cortar mis ramas y hacerte una casa. Entonces serás feliz.»
Y así él cortó sus ramas y se la llevó para construir su casa.
Y el árbol se sintió feliz…
Pero pasó mucho tiempo y su niño no volvía.
Y cuando regresó el árbol estaba tan feliz que apenas pudo hablar.
«Ven, Niño» susurró. «Ven y juega.»
«Estoy muy viejo y triste para jugar», dijo él.
«Quiero un bote que me lleve lejos de aquí. ¿Puedes tú dármelo?»
«Corta mi tronco y hazte un bote,» dijo el árbol.»Entonces podrás navegar lejos… y serás feliz.»Y así él cortó el tronco.
Y se hizo un bote y navegó lejos.
Y el árbol se sintió feliz.
Pero no realmente.
Y después de mucho tiempo, su niño volvió nuevamente.
«Lo siento, Niño,» dijo el árbol, «pero ya no tengo nada para darte. Ya no me quedan manzanas.»
«Mis dientes son muy débiles para comer manzanas», le contestó el niño.
«Ya no me quedan ramas, tú ya no puedes mecerte en ellas» – dijo el árbol.
«Estoy muy viejo para columpiarme en las ramas,» dijo el niño.
«Ya no tengo tronco» dijo el árbol, «tú ya no puedes trepar.»
«Estoy muy cansado para trepar» le contestó el niño.
«Quisiera poder darte algo… pero ya no me queda nada. Soy solo un viejo tocón. Lo siento…» dijo el árbol.
«Yo no necesito mucho ahora, solo un lugar tranquilo para reposar, estoy muy cansado,» dijo el niño.
«Bien», dijo el árbol reanimándose, «un viejo tocón es bueno para sentarse y descansar. Ven, Niño, siéntate. Siéntate y descansa.»
Y él se sentó.
Y el árbol fue feliz.
- Texto extraído de Formarse.com.ar