El título de esta entrada tiene un cierto truco, como si la historia de Nachiketas fuera una parte del Katha Upanishad, cuando en realidad el propio Katha Upanishad cuenta la historia de Nachiketas.

La historia

Cuenta este Upanishad que Nachiketas, al ver el sacrificio que su padre estaba haciendo para los dioses, tuvo una visión donde comprendía que ese sacrificio no sería suficiente para los dioses y el resultado sería acabar en una vida de miseria y pesar.

Fue así que Nachiketas decidió entregarse a sí mismo como ofrenda para los dioses y así se lo hizo saber a su padre. Le preguntó una, dos y tres veces a qué dios lo entregaría. Su padre, enojado con la actitud de Nachiketas, le dijo «te voy a entregar a la muerte».

Es así como Nachiketas inicia un peregrinaje para entregarse a la muerte. Cuando llegó a su destino, Nachiketas tuvo que esperar tres días y tres noches en ayuno esperando en la morada de Yama, el dios de la muerte.

Al final de la tercera noche, una voz que sonaba como el fuego de una gran hoguera sagrada, habló y transmitió a Nachiketas su vergüenza de haberlo tenido esperando todo ese tiempo a las puertas de su casa. Así que decidió concederle tres deseos.

El primer deseo que Nachiketas pidió fue que su padre dejarse de estar enfadado con él por haber decidido ofrecerse como ofrenda para poder volver a casa y ser acogido con amor. Así se lo concedió la muerte.

El segundo deseo que Nachiketas pidió fue más complejo:

En el cielo no hay motivo de temor: vejez y muerte allí no moran. Los justos, libres de ambas, se alborozan en el cielo, lejos del hambre, la sed y el pesar.

Además, quienes en el cielo habitan, alcanzan la inmortalidad. Tú conoces, ¡oh, Muerte!, ese fuego sagrado que conduce al cielo. Revélamelo, pues tengo fe. Sea ese mi segundo deseo.

Este segundo deseo representa la búsqueda de conocimiento espiritual. El «fuego» simboliza el sacrificio que purifica y eleva el alma. Este deseo se relaciona con la acción correcta (karma) y cómo las acciones virtuosas, cuando se realizan correctamente, pueden llevar al alma hacia estados superiores de existencia. Es una búsqueda de sabiduría y de una forma de vida que trascienda lo terrenal y conduzca hacia el cielo o la inmortalidad.

Cuando la muerte pide a Nachiketas cuál es su último deseo, este responde:

Cuando un hombre muere, esta duda surge: algunos dicen que «es» y otros que «ya no es». Enséñame la verdad

Este último deseo esconde una de las preguntas más profundas de la humanidad: ¿qué hay después de la muerte? Aquí, Yama, sorprendido por la dificultad de la pregunta, decide proponer a Nachiketas otros deseos: le ofrece caballos, oro, ganado y elefantes, hijos, nietos que vivan cien años, tierras y una vida tan larga como él desee.

Pero Nachiketas ya conoce una gran verdad: todos esos placeres son pasajeros, debilitan el poder de la vida. Sabe que el hombre no puede satisfacerse con riquezas. Sabe que cuando comprendemos que somos inmortales, todos estos placeres no tienen valor alguno. Y pide de nuevo a la Muerte que responda a su pregunta.

La Muerte, satisfecha con la respuesta de Nachiketas, empieza entonces a explicar este secreto, y la primera frase que dice es la siguiente:

Existe el camino de la dicha y existe el camino del placer. Ambos atraen al alma. Quien sigue el primero, llega al bien; quien sigue al placer, no alcanza el Final.

A partir de aquí, Yama revela el secreto que le ha sido pedido. Y es en este Upanishad donde podemos ver aparecer la palabra «Yoga»:

Cuando los cinco sentidos y la mente están aquietados, y la razón misma descansa en silencio, entonces comienza la Vía suprema.

Esta firmeza calmada de los sentidos se denomina Yoga. Entonces se ha de estar atento, porque el Yoga va y viene.

El Upanishad acaba con el aprendizaje que Nachitas integró y de cómo eso le llevó a alcanzar a Brahman, el Espíritu Supremo, volviéndose inmortal y puro. Y así será para todo aquel que conozca a su Atman, su Sí mismo superior.

Nota: Este Upanishad lo relacioné hace un par de años con un tema muy interesante relacionado con el «Placer» y la «Felicidad»

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