Uno de los textos que estoy leyendo actualmente, recomendado por Marie Christine y Nicolas Le Berre, es «Corps de vibration» (Cuerpo de vibración), de Eric Baret.
Es un libro denso, complicado de leer y con un hilo no muy conductor. Habla sobre el Yoga de Cachemira, explicando diversos temas que van desde la iconografía, la sexualidad hasta pranayama y meditación.
Mientras leía, me he encontrado con un pasaje que ha resonado en mí:
Ser un discípulo significa prepararse a enfrentar cara a cara la Verdad. El discípulo tiene una necesidad profunda de ser uno con esta Verdad. La preparación es el resultado de ver que la propia vida está dispersa, falta de sentido y que se está perdido tratando de escapar de este sin sentido. Cuando la pregunta «¿qué sentido tiene la vida?» aparece como una extrema urgencia, cuando se está preparado a darlo todo por esta pregunta, entonces se es un discípulo, un discípulo de la verdad, de la vida.
Jean Klein, Listening #1
Este escrito resuena en mí porque me pregunto cuáles son los momentos de la vida en que uno se pregunta por su sentido. No conocer ese sentido, no saber cuál es ese dharma que nos corresponde es como estar inmersos en una batalla sin fin en la que hemos olvidado por qué luchábamos. Hasta que no paramos a observar y aceptamos que lo que hemos hecho hasta ahora no tenía sentido, no nos preguntamos por ese sentido de la vida.