El origen de la batalla de Kurukshetra, la situación familiar que desemboca en este conflicto
La Bhagavad-gītā es uno de los clásicos religiosos más importantes del mundo. Se presenta bajo la forma de un relato en el que un personaje llamado Sañjaya cuenta a su señor, el rey Dhritarashtra, un diálogo que ocurre en la mañana previa a una gran batalla, entre el guerrero Arjuna y el conductor de su carro que lleva el nombre de Krishna.
¿Quiénes son estos personajes y de qué batalla se trata?
La batalla, llamada batalla de Kurukshetra, constituye el episodio central de la inmensa epopeya conocida con el nombre de Mahābhārata.
La trama de esta epopeya trata de la lucha por un poder supremo, llamado «el imperio del mundo», entre dos familias o clanes rivales descendientes de un mismo ancestro llamado Kuru.
Kuru tuvo dos hijos: Dhritarashtra y Pandu. Dhritarashtra nació ciego, condición que en la antigua India constituía un impedimento para ejercer el poder. Así, fue Pandu quien se convirtió en rey. Pero murió de forma muy temprana.
El sucesor debía ser entonces uno de los cinco hijos de Pandu, los llamados Pandava (entre los cuales se encontraba Arjuna), concretamente a Yuddhisthira, el hijo mayor. Pero los cien hijos de Dhritarashtra, los Kaurava, no están de acuerdo y reivindican el reino para Duryodhana, el primer nacido entre ellos.
Se siguen una serie de episodios en los que la buena voluntad de Yuddhisthira, siempre abierto a compartir el poder y la reconciliación de ambos bandos, choca contra la traición de Duryodhana y sus acólitos que no dejan de urdir complots para hacerse con el reino. Finalmente, el conflicto se sublima justamente en la batalla de Kurukshetra, que dura dieciocho días y diezma ambos bandos, pero que se salda con el triunfo de los Pandava y la confirmación del carácter legítimo de la realeza de Yuddhisthira.
Como Krishna acaba siendo el auriga de Arjuna
Durante la batalla de Kurukshetra, se nos muestra a Yuddhisthira como alguien inclinado a la no-violencia. Es su tercer hermano, Arjuna, sobre quien recae la tarea de llevar al combate al ejército de los Pandava. Como jefe del ejército, se desplaza en un carro llevado por varios caballos y conducido por un auriga que es precisamente Krishna. Pero este último no se presentará como tal desde el principio, sino que lo hará poco a poco a lo largo del poema, revelándose como un Avatar de Vishnu y finalmente como Señor Supremo (Paramesvara) o el Bienaventurado (Bhagavan)… de ahí viene el título de la Bhagavad-gita: «Canto del Bienaventurado».
Al principio de la historia del Mahabarata, este auriga se presenta como el hijo de la princesa Devaki, ella misma hija del rey Devaka y casada con Vasudeva. Sin embargo, este último no es otro que el hermano de Kunti, la primera esposa de Pandu y la madre de los tres primeros Pandava. Ese personaje del auriga es, de hecho, primo de Arjuna y compañero suyo desde la infancia y adolescencia. Ya adulto, el auriga funda la ciudad de Dvaravati (Dwarka actualmente en el Gujarat), pero continua en contacto con los Pandava e incluso los Kaurava.
Cuando se dio cuenta de que la guerra se presentaba como una realidad, el auriga intentó mediar entre ambos bandos sin éxito. Entonces les propone a cada bando poder utilizar o bien el apoyo de su ejército o el de él mismo (cada bando debía elegir): Duryodhana eligió utilizar el ejército del auriga, y Arjuna eligió tener su apoyo «personal». Es así que el auriga, al que trataremos como Krishna, acaba esa mañana de la batalla en el carro de Arjuna.
El rol de Krishna como conductor del carro no será tema principal del relato. Lo esencial se centra en el diálogo entre los dos príncipes, un diálogo que se convierte en un monólogo a medida que se aleja del tema inicial -las dudas de Arjuna en el momento de comprometerse en un enfrentamiento que sabe será sangriento-. El discurso de Krishna es toda una visión del hombre, de su lugar en el universo y su relación con lo divino, y viene a resolver y eclipsar la problemática inicial de Arjuna.
La sociedad del Mahabharata
Para comprender mejor la situación inicial, hay que tener presentes dos datos socio-históricos mayores:
- El carácter estrictamente jerarquizado y al mismo tiempo feudal de la sociedad que sirve a este cuadro de referencia para la Gita y el Mahabarata
- El papel estructurante de la noción de Dharma en lo más profundo de esta sociedad
La idea directriz -formulada y desarrollada en los textos como las Leyes de Manu– es que una comunidad digna de este nombre debe permitir a sus miembros de esperar, en la medida de sus capacidades y sus méritos, los objetivos de la vida que son el placer, el dúo poder-riqueza, cumplir con su deber y la liberación suprema. Para ello, es necesario que la comunidad sea estable y harmoniosa. Y esta estabilidad debe a su vez apoyarse en la repartición de la sociedad en las cuatro órdenes o clases sociales hereditarias (las varna, también conocidas como «castas»):
- Brahmanes, que ostentan el poder espiritual
- La nobleza guerrera de los Ksatriya, que dispone de poder temporal
- La clase productora de riquezas, los vaishya
- La clase de los servidores, los shudra
Cada una de estas cuatro clases tiene derechos y ventajas específicas, pero con la condición de actuar según el papel que les es predestinado por su constitución natural y que representa su deber propio o swadharma.
En cuanto a la violencia, tiene un doble rasero. O bien representa una violación del Orden establecido por parte de los individuos o los grupos cegados por sus propios intereses o pasiones, o bien aparece como una violencia legítima que tiene como objetivo restablecer el Orden. Esta violencia solo puede ser ejercida por los Ksatriya.
De hecho, la sociedad presentada en el Mahabharata se presenta tanto jerarquizada como feudal, en algunos momentos recordando a la edad Media europea. Está claramente dominada por los Ksatriya, los cuales, a su vez, dependen de un clero formado por los brahmanes, poseedores de los ritos y las investiduras, capellanes (purohita) y consejeros (mantrin) de los reyes. Todo funciona a través de una relación entre «señores» y «vasallos», más precisamente a través de las alianzas entre clanes familiares (kula): relaciones siempre frágiles a pesar de los matrimonios entre ellos. En la cima, la realeza se apoya sobre una especie de elección informal o de consentimiento dado por los jefes de los clanes principales, justificada por los brahmanes en términos de genealogía divina y respaldada por ellos a través de un rito de consagración real (abhisheka).
La guerra
La Gran Guerra, la cual constituye la espina dorsal de la epopeya, solo puede entenderse en su contexto histórico. No tiene nada que ver con nuestro concepto occidental -o moderno- de la guerra.
Por un lado, es a la vez «civil» y «extranjera», en la medida en que los dos bandos operan desde territorios separados -cada uno provisto de su capital- y no desean obtener otra cosa que conseguir el poder sobre el conjunto de la civilización india, a menudo identificada como la civilización mundial.
Por otro lado, esta guerra no está alimentada por pasiones nacionalistas o de ideologías rivales. Se trata únicamente de una lucha a muerte por un poder legítimo, representado por Yuddhisthira, y un clan de usurpadores llevado por los Duryodhana, el mayor de los Kaurava.
De alguna forma, el clan de los Kaurava podría pasar por una especie de «Imperio del Mal», y está claro que su jefe Duryodhana es demonizado por la epopeya (que lo presenta como una encarnación del Asura Kali). Así y todo, el poder de los Kaurava posee su legitimidad en los límites de su propio territorio, y esta legitimidad está reconocida por los Pandava. El error de Duryodhana es el de no querer reconocer la soberanía -santificada por los brahmanes y, por extensión, por los dioses- de Yuddhisthira. Además, el carácter feudal de esta sociedad hace que los principales personajes de una y otra parte tengan un pasado común. Hasta han crecido y han sido educados conjuntamente y se encuentran envueltos en complicadas redes de parentesco constituidas mucho antes de la polarización de la sociedad en dos clanes rivales. Encontramos de esta manera muchos personajes que están en el campo de los «malos», pero que bien podrían haber estado en el campo contrario: Drona, maestro de armas común a los Pandava y los Kaurava; o Karna, hijo natural de Kunti y el dios Surya, que es medio hermano de los Pandava. Estos personajes se encuentran, en el inicio de la guerra, atrapados en el campo de los Kaurava, prisioneros de antiguas lealtades. En cambio, los Pandava y sus aliados no son tampoco blancos como la nieve, comenzando por Yuddhisthira quien -instigado por Krishna- utiliza una estrategia vergonzosa para engañar a Drona y matarlo cuando se encontraba indefenso (libro VII).
Nota: Este texto es una traducción libre de la introducción realizada en el libro «La Bhagavad-Gītā», traducido por Émile Senart (escrito en 1922) y Michel Hulin (revisado en 2010)